jueves, 11 de febrero de 2010

Desilusión en la heladería


Llegar a la heladería, pagar antes de consumir y dirigirse hacia la ventanilla de sabores. Luego acercarse, ignorar el cartel de no tocar el vidrio sin querer, mirar y decidir: evaluar por su apariencia, por ingredientes, por el gusto, por la novedad, por las calorías, si el de al lado se lo acaba de pedir...conseguir la atención de las señoritas siempre tan distraídas e intercambiar numerito por helado.

Empezar desde abajo hacia arriba o vice versa, cuidar que los bordes del cono nunca se chorreen, o solucionar todo con una cucharita. Las formas de comerlo vienen instintivamente y cada uno puede desarrollar un estilo sin saberlo.

La desilusión, sin embargo, suele aparecer durante los últimos momentos de la visita a la heladería. Y ocurre durante el primer mordisco que le damos al cono. Tan contentos hasta el momento, tan desilusionados cuando uno se entera de que esto no es lo que aparenta. Es aquí cuando nos damos cuenta que nuestras manos sostienen un mísero conito de oblea. Esos que aunque estén recién hechos parecen pasados de fecha de vencimiento.

Que pasó con los barquillos crocantes, dulces por su cantidad de azúcar y enrollados, como se puede comprobar cuando un extremo se sobrepone con el otro (como en el Frío Rico)? Las versiones que producen migas que flotan, llenas de aire al morderlos, en vez de migas parecidas al de una galleta, como debe ser, están apareciendo cada vez más en heladerías. Más bien, uno tendría que ponerse a buscar para encontrar aquellas que sirven los barquillos dulces. Las obleas han invadido tan secretamente estas tiendas que uno solo se da cuenta al primer mordisco.

Si no se entiende a qué tipo de cono me refiero, son los que tipicamente sirven en las heladerias Donofrio...no lo que uno esperaria despues de pagar S/6.50 en Laritza D.

Mi unica pregunta es: porqué?